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Outsourcing, alteraciones de la mentalidad y burnout: ¿una preocupación legitima?

El día domingo 29 de agosto, se publicó una nota de Jared Laureles en el periódico La Jornada titulada Incertidumbre por reforma a outsourcing disparó el estrés en trabajadores: expertos La nota periodística refiere que según resultados de una encuesta de la consultora Edelman con el barómetro de confianza, 67% de los encuestados tienen más miedo a perder el trabajo que a contagiarse por Covid-19 (49%).

Se reporta una entrevista con el director general de Body Sistems, José Mársico, quien señala que en algunas investigaciones con trabajadores mexicanos, sin especificar de qué sector,  se encontró que “casi un 80%” de la fuerza laboral en México reporta depresión, estrés, ansiedad y burnout o agotamiento, éste último reconocido por la Organización Mundial de la Salud, y sin indicar la fuente señala que en México este síndrome se presenta en más del 40% de la población trabajadora por lo que se considera un problema de salud pública.

Siguiendo lo publicado por La Jornada se lee que de los 5 millones de personas contratadas bajo el régimen de outsoursing algunos corren el riesgo de quedar desempleados y consecuentemente podrán observarse daños en su “salud mental”; mientras que, los otros que logren conservar el empleo, padecerán burnout por el hecho de aumentar su desempeño en el trabajo. La nota periodística concluye que después de la reactivación laboral -suponemos se refieren a después de la pandemia- 8 de cada diez trabajadores han presentado el síndrome (de burnout) de acuerdo con OCC Mundial.

Es innegable que el desempleo y el sólo temor a perder la fuente de ingresos son situaciones que efectivamente pueden desarrollar niveles elevados de distrés, -que no estrés- y estados serios de ansiedad y depresión, lo cual está documentado desde hace décadas en varias partes del mundo, sin embargo, con respecto al burnout o agotamiento habría que precisar algunas claves de orden teórico para clarificar el abuso conceptual de ese término.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) sin ninguna argumentación teórica, conceptual y/o empírica hace uso del concepto burnout y agotamiento como si fuesen sinónimos, siendo que en sentido riguroso no lo son.

En su caracterización original Cristina Maslach y Susan Jackson en los años 80 del siglo XX, siguiendo la idea planteada originalmente por Herbert Freudenberger en 1974, dieron a conocer al mundo el fenómeno llamado burnout o síndrome del trabajador quemado. Éste se compone de agotamiento emocional, despersonalización y falta de realización profesional. El burnout desde aquellos años se definió como una respuesta al estrés laboral crónico que se presenta en profesionistas prestadores de servicios que atienden a usuarios con altas demandas emocionales. A partir de esto, el agotamiento emocional consiste en la incapacidad del profesional para poder ofrecer más de sí mismo en términos afectivos o emocionales ante la constante exposición a emociones de perfil negativo como resultado de su desempeño profesional; por ejemplo, el médico que ante la constante presencia de sufrimiento de los pacientes se ve afectado en sus propias emociones. Resulta, entonces que, siendo el agotamiento emocional uno de los tres componentes del burnout, no es un sinónimo de él. La misma OIT desarrolla por separado en sendos capítulos los temas burnout y agotamiento. El agotamiento es definido en el capítulo 5: “salud mental” como “una sensación de deterioro y cansancio progresivos con eventual pérdida de la energía” (Enciclopedia de Salud Ocupacional, 2000).

El caso es que, con el paso de los años, infinidad de investigadores en el mundo, incluida la misma Cristina Maslach han facilitado un uso ambiguo y confuso del concepto burnout y, sin explicación teórica alguna y actualmente se desarrollan investigaciones sobre el burnout en poblaciones trabajadoras sin ningún tipo de contacto con “usuarios con altas demandas emocionales”.

Más allá de este asunto que requiere un análisis teórico profundo, algo que llama la atención en la nota de Jared Laureles es la aparente preocupación de los posibles efectos negativos en la mentalidad de los trabajadores que pueden quedar en riesgo de perder el empleo al regular el outsoursing, en tanto que, cuando este sistema laboral se impuso en sexenios priistas y panistas como una forma “normal” de contratación laboral, ningún experto en burnout o riesgos psicosociales advirtió sobre los múltiples efectos negativos de las pésimas condiciones de trabajo que imperan con esta modalidad de contratación sobre la salud orgánica y la integridad mental de las poblaciones trabajadoras de nuestro país, sin olvidar que es una forma que suprime cualquier otro derecho laboral, además del de la salud en el trabajo.

En esta coyuntura, cuando por fin se pretende poner freno a los abusos contra la población de trabajadores que han trabajado durante décadas bajo condiciones laborales cada vez más precarizadas por sistemas de contratación como el outsoursing, surgen  voces que llaman la atención sobre los daños a la mentalidad de los trabajadores, ante eso por supuesto, no nos podemos oponer, pero se abren un par de interrogantes  inquietantes: ¿los expertos y los distintos organismos están pretendiendo cuidar la integridad mental de las y los trabajadores de nuestro país, o proteger el gran negocio empresarial que representa el outsoursing?

¿No acaso los intereses económicos de las empresas que han pisoteado derechos laborales sin restricción alguna durante décadas, están jugando en esta preocupación tan inusitadamente inesperada?

Valdría la pena esclarecerlo.

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